(Ventana del Bajo)
Para
nadie es un misterio que lo que más atraía a los españoles al llegar a América
era la presencia del abundante oro en el nuevo continente, el que recogieron en
grandes cantidades y enviaron a España en sus barcos enriqueciendo a los
monarcas. El avance de los adelantados, conquistadores empecinados en su
búsqueda, se debió indudablemente a la presencia y atracción de este.
Los
inkas en el Perú, dispuestos a sacárselos de encima, hicieron correr el rumor
de que en el sur, es decir en Chile, existía más oro que allí. Como sabemos, el
adelantado Diego de Almagro organizó una expedición con este objeto, la que le
dio muy malos resultados, devolviéndose con su gente al Cuzco con prontitud y
resultando para él y en sus hombres de confianza en graves pérdidas económicas.
Se dice, que de allí viene el dicho de “roto”, a los que volvieron de Chile en
harapos.
Pero,
para Pedro de Valdivia aquel no era su principal norte, aunque también lo
buscaba. Le interesaba más bien la fama, el honor, la permanencia de su nombre
en el tiempo en estas tierras para su gloria y reconocimiento de la Corona. Decidido
a permanecer en Chile y a hacer de esta tierra su nuevo hogar, se dedicó a
recorrer el país, a conocerle y evidentemente a buscar el esquivo oro, el que
en alguna parte debía estar.
Antes
de la llegada de los conquistadores europeos, la dinastía del cacique Teno
pagaba cada año al Imperio Inka un tributo en oro, como súbditos leales por los
pueblos indígenas de Teno, Comalle y Rauco, territorio que el cacique dominaba.
Tras la revolución interna que afectó al Imperio Inka, poco antes de la llegada
de los españoles, al parecer se dejó de pagar aquel tributo.
El
gran temor de los indígenas locales, era cómo esconder de los españoles la mina
de oro existente en la zona, de manera que no se apropiaran de ella, a fin de
seguir utilizándola cuando se marcharan desilusionados, como eran sus erróneos
razonamientos.
El
gradual avance de Pedro de Valdivia y su gente hacia el sur, llegando a Teno en
1546 y ordenando el apresamiento de los indígenas, estableciendo el tambo, que
se llenó de tropas guerreras a quienes había que servir, motivó al Cacique Teno
ha establecer una estrategia con respecto a la mina.
Tras
el asalto a Santiago y su destrucción a manos de Michimalonco, la represalia
contra el cacique Cachapoal y su gente no se hizo esperar. Fue lastimosa,
entregándoseles a los conquistadores como encomienda en servidumbre, lo que
aterrorizó a los curis quienes veían irse para siempre su libertad que tanto
amaban.
El
nuevo Cacique Teno era de determinación de quemar las rucas y huir al sur, de
dar todo por perdido. Pero, la mina de oro era algo que no se podía llevar
consigo. Existía igualmente la posibilidad de que los invasores se desanimaran
y se fueran, como había sucedido con Almagro.
Ante
tal dilema, el viejo Cacique Teno, ya bastante envejecido y próximo a morir,
instruyó a su hijo a que era necesario huir más allá del río Maule, hacia
Tracalmó (Talca), y le instó a huir con toda la gente a través de los
contrafuertes cordilleranos. Sólo deberían de quedarse los más ancianos y
quienes no supieran la ubicación de la mina de oro.
Durante
varias noches, mientras se aprestaban al éxodo, las mujeres y los hombres
lloraron junto al río Teno, por tener que irse y dejar las tierras amadas. Se
dice que tantas lágrimas de dolor hicieron que el río Teno tuviera otro brazo
de aguas.
Finalmente,
al amanecer tras la llegada de la luna creciente, los curis partieron tristes
camino al boquete del Planchón, para seguir orillando la precordillera hasta
llegar más allá de Talca y cruzar el Maule. Atrás quedaron padres envejecidos,
familiares queridos, posesiones y los recuerdos de innumerables generaciones,
todas descendientes de la
Cultura del Hombre de las Piedras Horadadas, habitantes de
más de 3.000 años de antigüedad en los faldeos de La Aurora , Cuesta El Peral,
San Isidro y otros lugares.
Se
dice que era tanta la furia e impotencia del nuevo Cacique Teno, que era mejor
no hablarle. El viejo cacique y sus mujeres, hicieron un juramento junto a las
piedras tacitas de los Cerrillos de Teno, en donde se obligaron a tener
preparada cicuta líquida en una vasija, lista para beberla si los españoles los
torturaban para hacerles delatar la mina.
Cuando
los conquistadores llegaron e inquirieron sobre la mina de oro, nadie pudo
decirles nada. El joven cacique Teno marchaba con los suyos más allá de Radal. Enfurecidos,
torturaron inocentes indios que jamás supieron en qué lugar estaba. Cuando finalmente
discurrieron que el envejecido cacique Teno podría decirles, lo encontraron
muerto junto a todas sus mujeres en su ruca. La cicuta había cumplido su papel.
Como
si fuese aquella acción triste un pacto entre la tierra y los indígenas, las
tierras de los curis se llenaron de plantas de cicuta en todas partes. Era como
si la naturaleza aprobara aquel proceder y proporcionaba en abundancia el
elemento silenciador.
Jamás
encontraron los españoles la mina de oro con la que el cacique Teno pagaba el
tributo a los inkas, conquistadores por mucho, más benignos y considerados que
los españoles. Aunque los europeos buscaron la mina en los Cerrillos de Teno,
en Huemul, Comalle y hasta en el río Teno, nunca la hallaron.
Muy buena leyenda, como minimo emocionante... será verdad?
ResponderEliminarBuena Jorgee!!!
ResponderEliminarAparte de la leyenda, que tu relatas muy bien, si que en Teno hay vestigios del TAMBO, de piedras tacitas y miles de piedras con horadaciones centrales.Lo malo es que se ah vendido, regalado o...botado buena parte de eso pues poco o nada entienden algunos de arqueología o por lo menos de historia.Ahora /Mayo 2018) se esta haciendo un completo catastro sobre el tema y se publicara después.Pero es PARTICULAR pues no hay apoyo alguno de autoridades locales.
ResponderEliminarGustavo.-